E L E S P Í R I T
U Y L A
M A T E R I A
Mercedes Nasarre
(psiquiatra)
A veces caemos
en el error de pensar que lo espiritual es antimaterial y no es así, la materia
y el espíritu son el anverso y el reverso de la vida. La materia da forma
al espíritu y al revés, podemos decir que el espíritu infunde vida a la
materia. Igual que la oscuridad y la luz se complementan mutuamente, la
materia y el espíritu sólo tienen una dualidad aparente.
El significado
original de la palabra espíritu se asocia con el aliento, con la
respiración. Cuando hablamos de espiritualidad, estamos nombrando el
profundo sentimiento de unidad y conexión con el universo, la pertenencia a un
orden mayor que uno mismo. Algo así como decir que todos los seres
compartimos el mismo aliento de vida, que todo está sustentado en la
misma luz y en la misma tierra. En realidad, el universo alberga formas
infinitas que se transforman evolutivamente, complementándose y conservando
siempre un orden implícito.
Si los
espiritualistas desprecian el cuerpo y la materia, el materialismo es como una
existencia sin espíritu. Esto lleva a una visión del mundo en la que la
naturaleza existe sólo para nuestro propio beneficio. Desde esta
perspectiva, no hay sentido profundo en la vida humana, pues somos meras
combinaciones de genes y células y todo es fruto del azar. Además, como
el conflicto y la lucha forman parte de la estructura básica de la vida y sólo
sobreviven los más fuertes, el único objetivo es la adaptación para sobrevivir.
Esta visión de
la vida sin espíritu, no sólo genera división entre el ser humano y el mundo
natural, sino dentro de la persona y además, es el origen de las luchas entre
unos y otros para obtener poder y control. El mundo es un campo de
batalla donde pelean los países, los mercados, las culturas y las religiones.
Hablando de
religión, la verdadera razón de la existencia de las religiones es la búsqueda
del Espíritu. La negación del cuerpo sólo da lugar a problemas serios y a
perversiones. Si las instituciones religiosas sólo se preocupan de su
mantenimiento, se convierten en algo cerrado que se aleja del Espíritu, que por
naturaleza es libre, igual que lo fueron Cristo, Buda, Lao Tse, etc.
Decir que el
ser humano es un cuerpo no es algo que nos aleje de lo espiritual, porque es,
precisamente, en este pequeño trozo de universo, donde nos realizamos y nos
humanizamos. Toda una vida para crecer en el cuerpo aunque, muy a menudo,
para destruirse por el cuerpo y no me refiero al deterioro normal del
envejecimiento. Después de satisfacer las necesidades físicas
fundamentales, sin conexión con lo espiritual , sólo nos hacemos víctimas
infelices del deseo, de la codicia o del vacío.
Somos fruto de
una misteriosa evolución cósmica. La materia se hace consciente y el
cerebro humano es capaz de voluntad propia. Orientar nuestra voluntad en
dirección a la gran Voluntad que a todos incluye, es ir a favor de la
justicia y del amor. Esto es la dimensión espiritual, en realidad, es
nuestra vocación más íntima, a veces, desconocida por nosotros mismos.
El cuerpo y el alma son lo mismo. Theilard de Chardín lo comprendió
bien cuando habló de la potencia espiritual de la materia.
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